Robert Owen (1816) relacionó el bienestar humano y el estado de la calidad del aire a través de la siguiente frase: “Para obtener y conservar la salud en buen estado, para mantener la felicidad, es necesario aire puro. Las ciudades y fábricas no tienen aire puro, es necesario adoptar medidas para garantizar el aire puro”. Si bien desde esa fecha ha existido un creciente interés en el tema, es importante mencionar, que no es hasta el período posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945), y debido a sus efectos en el ambiente, que la necesidad por identificar diferentes fuentes de contaminantes surge oficialmente. Otro de los factores que ha influido es el rápido y desordenado crecimiento urbano y la industrialización. Esto se traduce en un aumento en las fuentes de contaminantes inorgánicos que en algunos casos pueden impactar a la salud de los habitantes de la zona. También es prioritario considerar las partículas orgánicas, también conocidas como bioaerosoles, componentes importantes de la atmósfera, a los cuales no se les brinda suficiente atención. Es por lo antes mencionado, que en la actualidad se han desarrollado numerosos equipos y métodos para monitorear la presencia de contaminantes (orgánicos e inorgánicos) a nivel mundial.
Guadalupe Cruz- Bióloga de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y estudiante de la Maestría en Ecología Aplicada con especialidad en Bacteriología. Trabaja con la Dra. María Teresa Núñez Cardona en microbiología enfocada a la identificación de bacterias suspendidas en el aire de la ZMVT.
Antonio Lozada- Biólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco y estudiante de la Maestría en Ecología Aplicada con especialidad en Micología. Trabaja con la Dra. María Judith Castellanos Moguel en el monitoreo de propágulos fúngicos presentes en la atmósfera, en especial con el género Cladosporium, organismo fúngico fitopatógeno potencialmente alérgeno y/o producir micosis al ser humano.